Señor, tu que tallaste estas nuestras manos extendidas,
Tú que fuiste moldeándolas como las tuyas,
como las manos de tu Madre,
míralas ahora dispuestas para la siembra.
Mira nuestras manos ofrecidas al sacrificio y a la entrega.
Fortalece nuestras manos en tu Trabajo,
y hazlas recias como la misericordia,
dulces y maternales como la caricia de una madre;
de tu Madre;
de todas nuestras madres.
Señor, y cuando apoyadas en el reclinatorio estén serenas y mansas,
dales luz y dales fuerzas.
y cuando se crispen por el dolor,
dales, Señor, la alegría de tus brazos en la cruz.
y cuando caigan lacias a lo largo del cuerpo,
dales el entusiasmo y el vigor de tu sonrisa.
y cuando, Señor, si alguna vez se descarríen,
apriétalas, Señor, entre las tuyas,
y dales, en el latido y el ritmo de tus venas,
el calor de tu sangre.
y cuando la primera cana,
y cuando el pelo blanco, ‑ mañana y pasado,‑
estén nuestras manos juveniles y alegres;
llenas, Señor, de la ilusión primera, como hoy.
no las dejes, Señor, a nuestro arbitrio.
Átalas al tuyo.
ata nuestras manos con los clavos de nuestra entrega
con la mirada de tu madre al pie de nuestra cruz.
te rogamos así por nuestras manos.
por nuestras manos unidas en la solidaridad cristiana de tu Iglesia.
Bendicelas, Señor, con tu mano poderosa y omnipotente.
bendice con las tuyas nuestras manos unidas en holocausto por tu Nombre.
amén.
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