miércoles, 11 de junio de 2008

"Ofrecimiento a manera de Epílogo"

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yo sé que estos mis versos no valen ni una flor.

ni una margarita, sencilla y blanca, de tus campos.

ni siquiera lo que una amapola.

porque la flor la hiciste tú.

y estos, Señor, me han nacido de mis manos.

pero tómalos, Señor.

hazlos como tuyos.

que no se note, Señor, que no se note,

que puse yo mis manos sobre ellos.

parezcan salidos de las tuyas.

como la flor, Señor.

con el valor de una margarita, sencilla y blanca, de tus campos.

con un poco de sabor a rosa.

con olor a tierra húmeda, regada ya por Ti.

que aunque mi flor esté marchita,

naciera en tu vereda.

séante mis versos al menos,

las hojas amarillas caídas de tus árboles.

la sombra de una flor.

la sombra de tus manos,

o al menos de tu voz.

el eco de tu ser.

de tu Ser en mí.

de tu Ser de Dios.

de tu Ser de Dios, en mí ‑ criatura, ‑ hecha dios por Ti.

por Ti entre mis cosas de hombre.

por Ti, Dios, en mis entrañas de criatura.

toma mis versos, Señor,

como se toma una flor silvestre de los campos,

para jugar con ella, y luego

arrojarla a la corriente.

como una margarita deshojada a lo largo de un camino.

sin sí y sin no.

sólo contigo.

contigo solo.

contigo, siempre, Señor.


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